CLAUSTRO DE AMOR
Llueve que cansa, ese hastío ante lo pertinaz, esa intemperie en la que el hombre a lo pertinaz de la lluvia añade lo contumaz, la persistencia del mismo error que nos limita al animal y recluye en anécdota la Novena de Beethoven y la Quinta del Sordo. Es por eso que agradecemos más que nunca la compañía de doña Do, claustro de amor que nos regala los sentidos otorgándonos sentido y que ayer nos cocinó unas carrilleras que igualaron o juraríamos que mejoraron a las mismísimas carrilleras que un buen día de sol almorzamos, ella y nos, en un sótano de Medina de Rioseco.
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