Hace diez años, en 2010, de golpe me deshice de la gente y, escasos meses más tarde, conocí a doña Do. Diez años después, en 2020, el nudo que con ella tengo formado tras tantas lluvias es gordo gordiano, anudadísimo además por la pandemia, que me está desanudando de la poca gente que, ahora desnuda, quedaba.
Aquella noche de noviembre de 2010 vi responsabilidad en sus ojos, y no me equivoqué.
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