El llamado “ocio nocturno”, que básicamente consiste en hacer el imbécil a horas intempestivas, en cuyos locales, que llevan siglos de Babilonia pasándose por el ojete de Nabucodonosor la salud de los incautos, venden gato por liebre a precio de angula a lo más granado de la inmundicia rutilante que parasita ciudades, se nos está poniendo tonto. Confiemos en que ande fina la Justicia.
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