Enfrente del tribunal de
distrito tenemos a la vista una terraza, la del Café do Porto. En la
terraza el virus no existe. En la terraza el virus es una invención
de la nueva normalidad totalitaria que en el tribunal de distrito
aplicamos a rajatabla primero por joder y segundo por no dar golpe.
-¿Si puedo estar en la
terraza por qué no puedo entrar en el tribunal?
-¿Si puedo follar a mi
mujer por qué no puedo follar a la suya?
Obviamente, eso no se
responde. Tampoco se responde explicando prioridades del sistema
porque el noventa y nueve por ciento de la gente no entendería
enjundias económicas. Bueno, es que yo ya no respondo nada. Me la
quito de en medio y que llame la siguiente. Por encima de mí hasta el
Inquisidor General hay cien personas.
-Agarre usted una pala y
empiece por él, en la nuca. Cuando venga a por mí ya habré
escapado.
El alma bruta en pena no
merece mejor respuesta.
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