Antimascarillas todos,
creyentes de la conspiración totalitaria, yo gozo, alcanzo el
eretismo erótico, mi gimnasio cerrado desde antes de la declaración
del estado de alarma, haciendo planchas en la cocina; me excito
anudando las cintas de la mascarilla por el occipucio (con las de las
gomas las gafas se me empañan y no veo un carajo) como si una mano
deseada tirase hacia atrás de mi prepucio; con la estasis de
fiestuqui de gilipollas de terraza el éxtasis alcanzo sorteando a
memos sin mascarilla. Me excito y gozo hasta alcanzar el orgasmo de
la Nueva Normalidad. Cien euros son poco.
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